lunes, 5 de marzo de 2007

La efímera y deficiente organización de los estudios durante la Intervención francesa

Durante los años de la Intervención y del Imperio (1861-1867), la vida educativa en México atravesó por uno de los períodos más tristes e infecundos. La zozobra e inseguridad que habían hecho presa a todo el país, inpidieron no sólo el mantenimiento de las instituciones existentes, sino que provocaron una decadencia general de los estudios. Cada ciudad era teatro de conadas luchas y caía ya en el poder del Imperio, ya en poder de la República, con la consiguiente desorganización de los planteles educativos allí fundados.
Establecio el Imperio, se hizo un intento, bien que defectuoso y estéril, para reorganizar la enseñanza, por medio de la Ley de 27 de diciembre de 1865. En ella se trató de simplificar el plan de estudios de las escuelas primarias, y, lo que era más grave: dejó la instrucción elemental de tener caráracter gratuito, cada vez que se asignaba una cuota mensual de un peso a los niños que quisieran recibirla, salvo a los que exhibieran pruebas de pobreza bastante.
Tocante a la segunda enseñanza, dicha Ley se puso reformarla conforme el modelo de los liceos franceses de la época. Dispuso que tal enseñanza se impartiera en siete u ocho años, durante los cuales habría de estudiarse, cíclicamente, lengua castellana, latín y griego, historia general, ,geografía, historia natural, filosofía, moral, francés, inglés, literatura general, dibujo, caligrafía, taquigrafía y tecnología.
Desde luego hubo serias dificultades para poner en vigor esta reforma.
Además, apenas establecida, las fuerzas de la República derrotaron al efímero e impopular de Imperio.
De hecho, en la época del Imperio se clausuraron en la Escuela de Agricultura, el Observatorio Astronómico de Chapultepec y parte del Colegio de la Paz, pues los edificios de estas instituciones se convirtieron en cuarteles. Asimismo, fue suprimida la Universidad. En cambio, se impartió ayuda ecónomica a la Escuela de Comercio y se fundó la Escuela de Sordomudos. La iniciativa privada, fundó por su parte, la Tercera Sociedad Filamónica, entre cuyos propósitos, ocupó lugar preferente la enzeñanza y difusión de la música, que con tanto celo el padre Agustín Caballero había realizado en su antigua Escuela de Misica y que aún realizaría por algunos años. El alma de esta Tercera Sociedad Filarmónica ( la primera había sido fundada, en 1825, por José Mariano Elizaga, y la segunda, que sustituyó a la anterior, en 1839, por José Antonio Gómez ) fueron Tomás León y el afamado compositor Melesio Morales.

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